Me encanta la rebeldía contra todo sentido coherente del existir humano. La conclusión es previsible y, en Sabato, degradación de la condición humana. Es el vacío de la nada.
El encuadernador o encuadernadora termina siendo como un boxeador entrenando en la playa, dando ganchos de izquierda al aire, cuyo existir es duro, desolado, a veces solitario, en un chocar, chocar y volver a golpear y ser golpeado, en un dinamismo vivo que cualquier obra de arte nos da, pero por cuya razón de ser sería absurdo hacer preguntas definitivas para dejar de investigar sin más.
Se ha dicho que el valor de la obra de Sabato no radica tanto en su mensaje como en su riqueza simbólica. Pero tal vez, la fuerza de su simbolismo está toda en función de un mensaje devastador y pesimista, negador de toda auténtica esperanza.
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