Nuestra cita concertada comenzó a las 10: 15h. fue atendida por uno de los técnicos de la Institución Colombina y fue guiada de manera sensacional por el archivero Antonio, que de forma sensacional nos explicó minuciosamente la historia de esta biblioteca, desgranando cada obra expuesta en las diferentes vitrinas.
Primeramente pudimos gozar viendo en la primera planta, la zona de los investigadores y obra posterior a la biblioteca, donde nos mostraron una encuadernación original de Galván. Seguidamente al otro lado de esta planta, continuamos nuestra visita, sobre una mesa-vitrina que contenía diversas encuadernaciones de varias obras como “Las Profecías de Cristobal Colón”, Los Viajes de Marco Polo, o el libro con los “Repertorios de Hernando Colón”entre otros, comenzó a hablarnos sobre los diferentes tipos de encuadernaciones, pasando por un libro de horas, la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija, el “Antibarba” de Erasmo de Rotterdam (con una dedicatoria personal del holandes a Hernando Colón) o un libro para Misas con ilustraciones a página completa dónde el color se conservaba intacto.
Ni que decir tiene que Hernando Colón: “Atesoró unos fondos de más de 17.000 volúmenes, muchos de ellos incunables, una cifra enorme para el inicio del siglo XVI”.
La
Biblioteca Colombina, “Fernandina o Hernandina”, como en un principio
quiso denominarla su creador Hernando Colón, comienza su andadura por el
año 1509; unos años mas tarde, 1513, tras visitar Roma, pone en marcha
su proyecto de biblioteca; la planifica hacia 1518 y forma el equipo que
trabajará en ella en 1522. Esta biblioteca nutrirá sus fondos mediante
tres caminos: por inversiones, donaciones y la ayuda del Estado.
Por
inversiones: D Hernando Colón fue un empedernido viajero y aprovecha
estos viajes, que le hicieron recorrer gran parte de Europa, para
comprar libros. Tuvo un interés desmedido por adquirir cuanto se editaba
donde quiera que fuese: en España o en los centros libreros mas
importantes de la época.
Por
donaciones: Hernando Colón fue uno de los grandes bibliófilos de su
tiempo. Su preocupación por las ciencias, su amistad con los humanistas
de entonces, sus viajes, propiciaron la donación continuada de libros.
Las versiones sobre la adquisición de libros por parte de Cristóbal Colón son varias. Una primera que indica que el empeño de encontrar la nueva ruta hacia Asia acrecienta su interés y esto le hace instruirse adquiriendo ejemplares de las más reconocidas enciclopedias y tratados geográficos y libros de viajes, y otra segunda que afirma que dichas obras, como la mayor parte de su biblioteca, las adquirió posteriormente, durante su permanencia en España, para reafirmarse en sus teorías descubridoras haciendo acopio de material bibliográfico que le sirviese para refutar a aquellos que argumentaban que no había encontrado las Indias pretendidamente descubiertas por él. Es entonces cuando se dedica a la compra de libros.
Muchos
de los primeros colonizadores del Nuevo mundo eran de esta parte de
España, y como tales llevaron el idioma, las leyes y costumbres, en suma
su cultura, escritas a mano desde el siglo XIII hasta el barroco
pasando por el Renacimiento.
Sea como fuere la adquisición de estos libros, Cristóbal Colón dejó al morir una biblioteca respetable para la media de su época. Leyó con gran interés la Geografía de Ptolomeo que sostenía que las costas del oeste europeo y las orientales de Asia estaban bañadas por un mismo mar. También leyó la Historia rerum ubique gestarum (1477) (Historia de todas las cosas y de los hechos que se han hecho en el mundo) de Aeneas Sylvius Piccolomineus (Papa Pío II). Sabía de memoria la Imago Mundi del cardenal francés Pierre d’Ailly en donde se afirmaba que el océano no era tan ancho y podía ser atravesado en pocos días. Algunas de estas obras fueron las que formaron parte del legado bibliográfico que Cristóbal Colón dona a su hijo Hernando y pueden considerarse como la semilla de la futura Biblioteca Colombina que reflejarán las inquietudes de su época, vinculadas a la Historia de la Ciencia.
Sea como fuere la adquisición de estos libros, Cristóbal Colón dejó al morir una biblioteca respetable para la media de su época. Leyó con gran interés la Geografía de Ptolomeo que sostenía que las costas del oeste europeo y las orientales de Asia estaban bañadas por un mismo mar. También leyó la Historia rerum ubique gestarum (1477) (Historia de todas las cosas y de los hechos que se han hecho en el mundo) de Aeneas Sylvius Piccolomineus (Papa Pío II). Sabía de memoria la Imago Mundi del cardenal francés Pierre d’Ailly en donde se afirmaba que el océano no era tan ancho y podía ser atravesado en pocos días. Algunas de estas obras fueron las que formaron parte del legado bibliográfico que Cristóbal Colón dona a su hijo Hernando y pueden considerarse como la semilla de la futura Biblioteca Colombina que reflejarán las inquietudes de su época, vinculadas a la Historia de la Ciencia.
Todos
estos libros están abundante y cuidadosamente anotados, ya en los
márgenes, ya en la parte inferior de las páginas, o en grandes
ampliaciones en mitades de pliego en blanco. Las notas, de muy desigual
importancia, a veces se limitan a repetir una palabra que se consideró
importante; en otras ocasiones se trata de verdaderas glosas, de
comentarios más o menos sabios o producto de la fantasía. Estas
anotaciones debidas a la pluma de Colón son sin duda los escritos más
espontáneos, más auténticos e indiscutibles.
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